El observador de la ciudad

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He invitado a Eduardo Mitre  a que viniera a leer algunos de sus poemas sobre Manhattan al taller de los lunes. Unas veces leemos un reportaje del periódico, otras una carta o un email de un viajero, otras un cuento corto; también les pido a los estudiantes que vayan a ver exposiciones, sobre todo de fotografía, porque la fotografía adiestra mucho para observar lo cercano instantáneo. Un libro entero de Eduardo, El paraguas de Manhattan, está hecho de poemas que son como fotografías verbales de la ciudad. Llega Eduardo a la clase y lee sus poemas, los dice de memoria, con su bello acento boliviano. Nos explica que muchos de ellos los compuso caminando, y que el ritmo de sus pasos se trasladaba al de los versos. Cita a Octavio Paz: “Sonido/ bastón de ciego del sentido”. Su habla lenta sumerge a la clase en un silencio sobrecogido de atención. El tiempo se pasa volando. Copio aquí uno de los poemas:

 

POR LA AVENIDA MADISON

 

 Oh, cómo fluye incesante

calles arriba y abajo,

cada par en su cauce,

el río de los zapatos.

Como la multiplicación

de los peces y panes,

cunden de todos los tamaños,

de todas las edades.

Hambrientos por la distancia

que lamen a cada paso,

¡qué ávidos se zampan

el pan del espacio!

Y qué bullicio que arman,

qué escándalo:

lenguas charlatanas

sobre el tapete de asfalto.

De pronto, una luz roja

los apacienta y acalla,

y apiñados en las esquinas

como una bandada de pájaros

impacientes se aguaitan,

se picotean a ratos,

hasta que la luz que aguardan

vuelve puntual a lanzarlos

a la corriente unánime,

calles arriba y abajo,

por la avenida Madison,

entre el East River y el Hudson.