Inventarios

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El año casi concluido es un cuaderno en el que ya solo quedan por escribir una o dos páginas; una habitación imaginaria y privada en la que se han guardado como en un gabinete de curiosidades todos los descubrimientos de estos 12 meses; uno de esos libros de registro en los que se ha anotado con cierto esmero caligráfico el inventario de cada uno de los libros leídos, los discos que se han escuchado, los cuadros y esculturas y fotografías delante de los cuales uno se ha ido deteniendo a lo largo de este tiempo. La memoria es todavía más frágil de lo que parece. Intenta recordar sin ayuda lo que has hecho estos últimos días y encontrarás sobre todo grandes espacios en blanco, horas borradas, encuentros que no han dejado huella. Conozco a personas codiciosas que anotan uno por uno los libros que van leyendo, las películas que ven. Yo me pregunto muchas veces, no sin tristeza, por la huella que me ha dejado todo lo que he leído, por lo que quedará de tantas páginas que recorrí muchas veces con una rapidez excesiva, por distracción o por el simple hábito de devorar lecturas, que se parece tanto, por lo compulsivo y poco saludable, al de devorar comida. Uno quiere creer que una parte de lo borrado de la memoria consciente forma parte de un suelo fértil que lo sigue nutriendo aunque no piense en él; una riqueza atesorada que ayuda a dar alguna forma de solidez a su vida, un fundamento a sus ideas y a sus impresiones. Pero también sospecha que, igual que hay demasiado de todo en cualquier ámbito del comercio y del consumo, también lo hay en estos mundos en apariencia más espirituales de las artes y los libros, y que la multiplicación abrumadora de la novedad puede llevar más al aturdimiento y a la ansiedad que al disfrute provechoso.

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John Coltrane. Africa / Brass Cover