Internet no me ha cambiado tanto la manera de escuchar música como la de leer sobre música. Disfruto cada vez más del hecho físico, irrepetible, asombroso, de asistir a un concierto, y me sigue gustando ir por ahí buscando discos, ya casi siempre en tiendas de segunda mano, y comprárselos a los artistas que actúan en la calle. Conservo mi colección de cedés y bastantes vinilos, que están claramente asociados al tiempo en que los compré, o a la persona que me los regaló. Y me gusta aceptar a ciegas el azar de la música en la radio.
Pero lo que me ha cambiado, sobre todo, y para bien, es el modo en que leo libros sobre música o músicos. Sin ninguna pereza, y casi sin incertidumbre, busco en Spotify o en Youtube la pieza de la que habla el autor, y en muchas veces hasta las imágenes de un concierto en directo que no llegó a grabarse en disco. La primera vez que leí así fue cuando apareció The Rest Is Noise, de Alex Ross, que además tenía una excelente página web. Y luego cuando leí la biografía magnífica de Terry Teachout sobre Louis Armstrong, o algunos de los libros de mi historiador favorito de la música popular, Ted Gioia, el último de ellos Delta Blues. Los nombres en la página se convierten al instante en voces recobradas o recién descubiertas.
Me está pasando ahora con un libro de Ben Ratliff, COLTRANE, the Story of a Sound. Es un placer íntegro: la portada del libro es una maravilla, con ese retrato casi rembrandtiano de Coltrane, con la tipografía y los colores de las letras. Y cada página está llena de música, un viaje en el que se me van las horas, hasta que el diminuto gendarme interior se vuelve tan insistente que no hay manera de callarlo ni de desobedecerlo. Y en lugar de seguir leyendo sobre John Coltrane y escuchando su música incomparable tengo que ponerme a escribir.
Aunque una cosa no está tan lejos de otra. El año pasado, para animar a los estudiantes a que se dejaran llevar sin miedo por el arrebato de la escritura, les puse como ejercicio escuchar a John Coltrane tocando My Favourite Things en Estocolmo.