En 1836, cuando tenía nueve años, Cynthia Ann Parker fue arrancada cruelmente por primera vez del mundo al que pertenecía. Estaba jugando una mañana en el rancho que su familia había construido y fortificado en una zona del oeste de Texas, en el límite de las grandes praderas donde ningún colono blanco se había aventurado, habitadas por indios cazadores y guerreros y por manadas oceánicas de bisontes. Una banda de jinetes comanches se acercó a la entrada del rancho pidiendo comida y agua. A los pocos minutos había empezado la primera de las dos grandes matanzas a las que Cynthia Ann Parker asistió en su vida. Los hombres de la familia cayeron traspasados por lanzas y flechas. Todavía vivos los comanches les arrancaron las cabelleras y les cortaron los genitales antes de matarlos. A la abuela la clavaron con lanzas al suelo y la violaron repetidamente. A un bebé que no paraba de llorar se lo quitaron a la madre de los brazos y lo degollaron. Cynthia Ann Parker fue atada a la grupa de un caballo y arrastrada hasta que se hizo de noche. Vio cómo una tía suya de 17 años, también cautiva, era torturada y violada en medio de una gran danza de celebración en torno a una hoguera. Los comanches mataban a los bebés, pero adoptaban a los niños algo mayores. Al poco tiempo Cynthia Ann Parker había olvidado la lengua inglesa y hablaba y vestía como una niña comanche.
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