Invitación a una búsqueda

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Aún estoy bajo el efecto del documental que vimos anoche, Searching for Sugar Man. Terminé de verlo y me quedé embargado y hechizado delante de la pantalla mientras se deslizaban los créditos y sonaba la música, una canción que yo no había escuchado nunca y que ahora ya me es tan familiar como si me hubiera acompañado desde hace muchos años, desde la edad en la que las canciones irrumpían con más fuerza en la vida de uno. El director es un sueco de nombre argelino, Malik Bendjelloul, y la película ha ganado un Oscar este año. No sé si se habrá estrenado en España, y no quiero estropearle a nadie la maravilla de su intriga verdadera, de un proceso de búsqueda y descubrimiento que va de Sudáfrica a las peores calles de Detroit, la ciudad en ruinas, que abarca más de cuarenta años y contiene personajes reales tocados por el misterio del talento y casi de la santidad, sobre todo el héroe de la historia, un músico de cara huidiza de indio y gafas negras, Rodriguez,  que grabó a principios de los setenta dos discos admirables a los que nadie hizo caso. Pero no quiero adelantar nada. Quien haya visto el documental sabrá de lo que hablo. A quien no lo haya visto no quiero privarlo del asombro de buscar por su cuenta al Sugar Man.

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