Caminos de Eduardo Mitre

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Leer poesía es una experiencia táctil; también acústica, y plástica, no sólo visual. Por eso en ella importa tanto lo que ahora tanto se descuida: la tipografía, la tinta, la disposición de cada palabra y cada verso en el blanco de la página. La poesía se toca y entra por los ojos. Aunque casi siempre la lea uno en silencio, incluso cuando no está medida ni rimada, uno escucha la poesía. Uno la escucha, calladamente en la página, dicha por una voz que no se sabe si es la del poeta o la de uno mismo. Uno lee en voz alta el poema o se lo dice de memoria y esa voz no es del todo la suya, como no es y no es del pianista la música que no existiría si él no la tocara. Quizás uno toca el poema al leerlo, incluso cuando lo hace en silencio, en el sentido en que el intérprete toca la partitura. Y ahora que lo pienso, qué raro que en español se diga tocar un instrumento. Como si bastara el hecho simple del tacto para que se revele la música: tocar el piano; ese momento en que el músico posa las manos sobre el teclado, antes de que empiece el sonido.

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Antonio Muñoz Molina
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