Willem de Kooning tenía una idea proletaria del oficio de pintor. Era hijo de la dueña de una taberna de Rotterdam a la que acudían trabajadores del puerto. Emigró a Estados Unidos como polizón en un barco de carga cuando tenía 22 años y entre los muchos trabajos que hizo para salir de la penumbra estuvo el de pintor de brocha gorda. Tenía una complexión poderosa de obrero, la talla corta, el pecho y los brazos musculosos, las manos grandes y fuertes. Durante una gran parte de su vida fue tan pobre que él mismo se fabricaba los pocos muebles que necesitaba en su casa, buscando maderas en almacenes baratos o en solares de derribos. Cuando le faltaba dinero hasta para comprar lienzos pintaba sobre cartón o sobre planchas de aglomerado. Cuando no podía ni costearse tubos de óleo pintaba con esmalte. Trabajaba ensimismado durante jornadas que podían durar el día entero y parte de la noche y cuando se daba un descanso acudía a la Cedar Tavern de University Place con los zapatos y los pantalones salpicados de pintura. Algunos de sus efectos visuales más potentes los logró usando brochas de pintor de paredes y abarcando la anchura del lienzo con todo el brazo extendido: pintando no con la mano, ni con la muñeca, sino con el brío de todo el cuerpo.
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