No invento: esta mañana, en la estación del metro cerca de casa, un violinista estaba tocando de manera exquisita una de las sonatas para violín solo de Bach. Había mucha gente, y el tren tardaba en llegar. En torno al sonido del violín se hacía el silencio. La gente se acercaba a echar billetes de un dólar en la funda abierta a sus pies. Echo yo también mi dólar, y termina el fragmento de la partita. Se me queda mirando y me dice: ¿Alguna petición? Y a mí se me ocurre: la Chacona. “That’s a tough piece, man”, dice el violinista. Pero se pone a tocarla, con la fuerza y la delicadeza que exige esa música tan honda. Y por seguir escuchándolo pierdo ese tren, y el siguiente. Y la chacona sigue conmigo mientras viajo en un vagón lleno de gente hacia la otra punta de la ciudad.