De una música a otra

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Creo que era Rilke quien escribió o dijo que él iba de una existencia a otra. Yo voy de una música a otra, cada día. En el metro, de vuelta a casa después de la universidad, una chica negra sube al vagón con un tambor y dos palillos y se pone a tocarlo mientras recita una extraordinaria cantinela de hip hop -el ritmo monosilábico de las palabras acentuado por los redobles del tambor- en la que cuenta que no tiene casa ni trabajo y que se ve forzada a pedir y que espera que alguno de los que vamos en el tren tranquilos y cansados después del trabajo le ayudemos en algo. El ritmo, la dicción, el sistema de la rima, son alucinantes. Parece que lo que dice se le estuviera ocurriendo en este mismo momento y que la cadencia de las ruedas del tren forma parte de su canción igual que la voz y que los golpes de tambor. Es muy joven, y tiene el pelo rizado y desplegándose hacia arriba y a los lados como un castillo de fuegos artificiales sobre su cara casi infantil.

Al llegar a casa, ahora mismo, mientras escribo esto, escucho el Officium Defunctorum de Tomás Luis de Victoria, que probablemente es una de las músicas más puras, más desnudas, más intensas, más sagradas que se han escrito nunca. He puesto en Spotify la versión magnífica de The Sixteen, y en el fondo es un consuelo, o una compensación, aunque ahora mismo las voces inundan entero mi cuarto de trabajo como si entrara el sol de la primera hora de la mañana. Es un consuelo porque el otro día, en la iglesia de Saint Mary the Virgin, en la que es pastor nuestro amigo Jay, The Tallis Scholars cantaron este réquiem y yo no pude asistir. Se publicó el mismo año que la primera parte del Quijote, en 1605. No habrá muchas otras obras españolas más luminosas, más llenas de maestría y humanidad que estas dos. Quizás el otro réquiem que inspira tanta dulzura, tanta melancolía y misericordia por la belleza de la vida y la pena de despedirse de ella, es el de Fauré. Y quizás también la música para el funeral masónico de Mozart, y el Speak Low de Kurt Weill cantado por Carmen McRae, con letra de Ira Gershwin:

Time is so old

and love so  brief;

love is pure gold

and time a thief…