Un cuaderno en el agua

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Hay una mujer de pie sobre uno de los bloques de hormigón que sobresalen a la orilla del río. En ellos la gente suele sentarse a leer, o a mirar el agua, o a teclear en un iPhone. También hay quien toma el sol en bañador en verano. Una temporada, en ese mismo lugar, vi casi todas las mañanas, cuando yo salía a correr, a un hombre mayor que meditaba en una perfecta postura del loto, la espalda erguida, las piernas cruzadas, la nuca ligeramente inclinada, las palmas en el regazo, los pulgares juntos. Hoy veo a esa mujer y está tan cerca del filo que me da miedo que vaya a tirarse. Está de espaldas: tiene algo en las manos. Como llevo el blackberry se me ocurre hacerle una foto. Me acerco un poco más y veo que lo que tuviera entre las manos acaba de tirarlo al agua: algo blanco, con hojas anchas, un cuaderno que se mece en la espuma que rompe en la orilla. La mujer se vuelve y me ve. Tiene el pelo rizado, una cara redonda y tranquila. Le digo: “¿Puedo hacerle una pregunta?” Ella asiente. “He visto que tiraba algo al agua. ¿Me puede decir lo que era?” “Eso es entre el río y yo”, dice la mujer, educada pero terminante. That’s between the river and me.

Sigo mi camino y oigo que alguien me llama. Es la mujer del cuaderno. “Perdone si he sido brusca. ¿Por qué me preguntaba?” “Vengo al río casi todos los días. Me fijo en lo que hace la gente”. “Era el manuscrito de un libro. En ese cuaderno tomaba las notas y escribía los borradores. El libro lo tengo completo en la computadora. Ahora que lo he terminado, en vez de guardar el cuaderno, se lo he traído al río”.