¿Y tú estás tan orgulloso porque crees que, a diferencia de los demás, no cambias nunca? Basta asomarse un poco al reino misterioso de la Física del siglo XX para comprobar que quien tenía razón era Heráclito, que nada es firme, que todo está en movimiento siempre, que toda certeza absoluta es tan engañosa como la solidez de la materia, que está hecha sobre todo de partículas agitándose en un inmenso vacío. El gran sobresalto de la Geología y luego la Biología fue que una montaña o una especie vegetal o animal eran tránsito y no permanencia. Tu cara de ayer, como supo Montaigne, no es la misma de hoy. Pero tampoco el resto de tu cuerpo, ni de tu identidad. En un libro extraordinario de Fritjof Capra, The Web of Life –Anagrama lo ha publicado en español- encuentro este pasaje asombroso:”Nuestro páncreas sustituye la mayor parte de sus células cada 24 horas, las células de la pared del estómago se renuevan en diez días, y el 98 por ciento de las proteínas de nuestro cerebro se ha reciclado en menos de un mes. Aún más sorprendente, nuestra piel cambia sus propias células a un ritmo de cien mil por minuto. De hecho, la mayor parte del polvo doméstico consiste en células muertas de la piel”.
Va a resultar que el libro más realista de todos era Las metamorfosis de Ovidio.