Leo las cartas de Saul Bellow, y me parece que más que leer a un escritor al que admiro escucho la voz de alguien hacia quien siento un afecto muy hondo. En 1948 estaba en París, y le acababa de suceder eso que un escritor está buscando y esperando siempre, el hallazgo de una historia y de un tono narrativo que se apoderan de él y le revelan posibilidades desconocidas de su oficio, un dejarse llevar por el acto de escribir, como el del músico que parece que se deja llevar por lo que está tocando. El libro que escribía Bellow acabaría siendo The Adventures of Augie March, su primera gran novela, completamente distinta de las dos anteriores, caudalosa, incontrolada, triste y cómica al mismo tiempo, con algo de Cervantes y de Dickens en su desmesura. A finales de 1948 le escribe en París una carta muy larga a un amigo y le confiesa: “I have never been so full of writing in my life”. Qué manera más exacta de describirlo: “Nunca en mi vida he estado más lleno de escritura”.
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