Un encuentro

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Un día de febrero, hace cuatro años, en Nueva York, volvía Elvira a casa en el metro y un chico joven la reconoció y se puso a hablar con ella. Había llegado a la ciudad esa misma mañana y nada más montarse en el metro vio frente a él a una escritora a la que llevaba leyendo desde que era niño y se aficionó a Manolito Gafotas. Ahora acababa de licenciarse en comunicación audiovisual y estaba en Nueva York porque le habían dado una de esas becas opulentas de la Caixa, que tanto cuesta ganar. Le contó a Elvira que era de un pueblo diminuto de Lleida; sus padres, agricultores dedicados de siempre a la fruta, ahora tenían un pequeño bar. En su familia él era el primero que había llegado a la universidad. Y esa mañana, recién llegado a Nueva York, iba de un lado para otro en ese estado de deslumbramiento y de vértigo que provoca la ciudad en las personas imaginativas. Estaba teniendo entrevistas en universidades. Lo que más deseaba era ingresar en el máster de imagen y sonido digitales de la New School. Elvira le dio su tarjeta: ella bajaba en la parada de la calle 103, él, Xavi Menós, continuaba hasta un poco más arriba. Se alojaba en un albergue internacional en la parte alta de Amsterdam Avenue.

Esa tarde, en casa, sonó el teléfono. Era Xavi, desolado. Un poco después de despedirse de Elvira se lo habían robado todo. En su primer día en Nueva York se había quedado de pronto sin nada. No tenía dinero, ni tarjetas, ni documentos. Lo único que tenía era la tarjeta con el número que Elvira le había dado, y que por un descuido había guardado en un bolsillo, y no en la cartera desaparecida. Al buscar de nuevo sin esperanza por todos los bolsillos sus dedos habían rozado la tarjeta.

Elvira le ayudó a salir del aprieto, y desde entonces, poco a poco, se volvió parte de la familia. Venía a casa a comer paella muchos domingos y nos contaba su progreso en el máster. Se le notaba la desenvoltura creciente que iba adquiriendo, aunque no perdía el aire de fragilidad y de asombro de un chico de pueblo que se encuentra de pronto en una ciudad abrumadora. En Nueva York descubrió que el español es una lengua global que sirve muy bien para moverse por el mundo, y que no tiene nada que ver con las mezquinas disputas lingüísticas en las que aquí nos enredamos. Terminó  el máster al cabo de dos años. Sus padres, que sólo habían viajado una vez fuera de Cataluña, cuando vinieron a Madrid al acto de entrega de las becas de la Caixa, cerraron por unos días el bar del pueblo y volaron a NY para asistir en la New School a la graduación de su hijo. Cenamos con los tres en un restaurante y nuestro trato con ese muchacho que era sobre todo un amigo se teñía de una parte de afecto paternal. Xavi se graduó con un trabajo sobre las madres de los soldados hispanos muertos en Irak, a las que conocía de su barrio de Queens. Moviéndose entre el inglés, el catalán y el castellano a veces se extravía un poco, pero como vive en una ciudad en la que se mezclan tantos idiomas sale siempre del paso con mucha soltura.

Xavi es  eso que se llama ahora un nativo digital. En cualquier sitio se pone en cuclillas y abre el portátil y ya está urdiendo quién sabe que laberintos de conexiones, sonidos, imágenes. Trabajó en la cadena en español Telemundo y poco después lo contrataron para llevar la página web de Shakira. Ahora hace fotos para la edición americanade Marie Claire y ayer mismo le ofrecieron un puesto de diseñador digital en Sony Music. Pero encuentra tiempo para ir a los conciertos de música clásica en Carnegie Hall y en Lincoln Center, y a la ópera en el Metropolitan, y por la mañana temprano se lee el New York Times en la edición de papel. También cuida y renueva cada día la página de Facebook de Elvira.

Vino el otro día de Nueva York, para organizar la parte sonora y visual de la presentación de la novela de Elvira, que hicimos anoche, en el Ateneo de Madrid. Como es tan joven no le afecta el jetlag. Dejó la maleta en un dormitorio, se tomó el primer desayuno español con tostadas de pan blanco y aceite y conectó el ordenador. Jóvenes talentos: Miguel hizo un vídeo muy poético de animación en el que suena uno de los himnos de la novela, Mother and Child Reunion, y Xavi otro en el que se suceden imágenes de lectores sumergidos en la novela, al mismo tiempo que se escucha de fondo a Duke Ellington y a Carmen Ruiz diciendo muy bellamente un texto de Elvira sobre la lectura. Xavi se pasa seis o siete horas delante del ordenador y luego se pone ropa de deporte y sale a correr diez kilómetros, y vuelve tan campante. Esta tarde trabaja hasta el último momento, y cuando le hemos dicho varias veces, “Xavi, que pierdes el tren”, llena la maleta de cualquier manera, carga con ella, con su ordenador, con su cámara de fotos, y se va en taxi a tomar el Ave, porque quiera apurar el tiempo viajando a Lleida para dar un abrazo a sus padres, y mañana por la noche se vuelve a Nueva York…

Todo eso sin rastro de jetlag y con la misma expresión de placidez en la cara que si no hubiera salido de su pueblo.