Al profesor David Solkin, comisario de la exposición original en Londres, le impacienta que casi todas las preguntas que se le hacen sobre Turner aludan a su conexión con el Impresionismo: a ese prestigio de pionero de la pintura moderna que lo convertiría no sólo en predecesor de Monet sino hasta del Expresionismo abstracto americano. Al propio Turner tales comparaciones le habrían horrorizado, especula David Solkin con algo de sorna, mientras revisa en las salas del Prado el modo en que las pinturas se han organizado para resaltar exactamente lo contrario: cómo la obra de Turner, tan visionaria y singular, se fue haciendo en un diálogo permanente de aprendizaje y desafío con los maestros del pasado a los que se sabe que él admiraba, y con los contemporáneos con los que muchas veces compitió abiertamente. […]
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