La voz de Chejov

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Leemos a Chejov en clase: Mi vida, la confesión de un hombre bueno y débil de carácter que sin embargo se rebela contra el chantaje tranquilo de lo obligatorio, contra el lugar que le corresponde en el orden social, contra la corrupción y la estupidez que encuentra a su alrededor, y también, tristemente, en sí mismo. Leemos la traducción al inglés de Constance Garnett y la española de Ricardo San Vicente, que es junto a Marta Rebón,  Juan López Morillas y algún otro, responsable de que los autores rusos lleguen directamente a nuestra lengua, sin la mediación disimulada de otros idiomas más accesibles.

No se puede concentrar más intensidad en cien páginas escasas. No hay un escritor más sutil que Chejov, más misterioso en su claridad, más limpio de corazón, más cercano al sufrimiento de los seres humanos y de los animales y a las injurias contra la naturaleza, muchos antes de que existiera nada parecido al ecologismo. Hay que leerlo y que volver a leerlo y a partir de la segunda lectura empieza uno a darse algo de cuenta de todo lo que hay contenido en esa prosa que parece transparente, en esa manera de contar. Qué pena, de pronto, no poder leerlo en ruso, no saber de verdad cómo es la voz de Chejov.

Chejov
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