Alguien que se va

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Esta es una noticia que seguramente no aparecerá en ningún periódico. Ibon Zubiaur, que fue durante varios años director del Instituto Cervantes de Munich, ha dimitido de su puesto. Lo conocí en septiembre de 2011, durante aquel viaje tan grato por Alemania para presentar la traducción de La noche de los tiempos. En Munich, como en Hamburgo o  Berlín, el Cervantes es o era una institución muy seria, con sedes importantes, con buenas bibliotecas, con una presencia cívica muy arraigada. En Berlín fue director mucho tiempo otro profesional de primera calidad, Ignacio Olmos, que ahora dirige el centro de Chicago. Ibon Zubiaur, como Ignacio, es una de esas personas que tienen una idea muy alta y muy exigente del trabajo público, y que se entregan con plena convicción  a lo que hacen. Los dos conocen muy bien la lengua y la cultura alemanas. Ibon es traductor además de Rilke y de Hölderlin. Recuerdo el vestíbulo del Cervantes de Munich con citas de Cervantes y de poetas en euskera por las paredes. En un país en el que el servicio público está tan desprestigiado, y en el que es tan frecuente que quienes ocupan puestos de responsabilidad en el exterior vayan a lo suyo, a veces de manera muy impúdica, Ibon era una de esos funcionarios competentes que aman lo que hacen y tienen plena conciencia de estar administrando el dinero de todos. En su carta de despedida explica el desánimo que lo ha llevado a dimitir. Sometido a recortes insensatos y a mangoneos partidistas,  el Cervantes cada vez tiene más difícil cumplir la misión para la que fue creado. Por falta de medios y también por falta de un debate verdadero en el que se establezca un orden de prioridades y se aproveche la necesaria austeridad para utilizar al máximo los recursos que existen y lograr una gestión profesional y un plan de acción a largo plazo, bien meditado y ajeno a vaivenes partidistas, al servicio de algo tan necesario, tan rentable, como la difusión de lo mejor que tenemos. Que alguien tan preparado, tan vocacional, tan lleno de experiencia como Ibon Zubiaur se haya visto forzado a marcharse es un síntoma de la gravedad de las cosas que están sucediendo en el Cervantes, por debajo de los consabidos gestos de relaciones públicas pensados sobre todo para obtener vanos titulares.