Atracadores

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Cada vez que leo en las noticias económicas que cuanto más arruinada está una Caja de Ahorros mejores sueldos y pensiones de jubilación se llevan sus directivos, casi todos ellos mercenarios de la política más baja, me acuerdo casi con ternura de Willie Sutton. Willie Sutton fue un atracador meritorio en los años de la Gran Depresión americana, pero nunca alcanzó el estrellato de John Dillinger o de Clyde Barrow y Bonnie Parker. Ni en la delincuencia ni en la literatura hay siempre una correspondencia justa entre la celebridad y el talento, y en las dos cuentan  mucho la imagen y el capricho de los periodistas, los aires de la moda. Willie Sutton era un hombre diminuto que vestía muy bien y que atracaba vestido con disfraces humildes: de cartero, o de empleado de telégrafos. Manejaba una metralleta Stein, porque según dijo “solo con encanto y simpatía no se roba un banco”, pero nunca le puso balas, por escrúpulo de no herir a alguien. A lo largo de su carrera delictiva reunió con esfuerzo unos dos millones de dólares, pero se pasó más de la mitad de la vida en la cárcel, y cuando lo indultaron era un hombre viejo y enfermo de enfisema. Poco dinero y mucho sacrificio si se compara con un directivo de una caja de ahorros española hundida en al quiebra y rescatada con una cifra escalofriante de dinero público, que de ese modo no irá a la educación, a la sanidad, a la investigación científica. Cuando el FBI inauguró la lista de los diez enemigos públicos más buscados, Willie Sutton, injustamente, quedó en el número once. Pero su fama duradera no se basa en la audacia de sus atracos ni en la cuantía de sus botines, sino en la respuesta que le dio a un reportero una de las muchas veces que la policía lo detuvo. El reportero le preguntó que por qué no paraba de atracar bancos, y Willie Sutton contestó sabiamente:

-Porque es ahí donde está el dinero.

Que se lo digan a todas estas luminarias financieras que según El País están ganando más que nunca estos últimos años. El pobre Willie Sutton era un aficionado.