Un paréntesis, una invitación

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Ayer hizo un año de la primera anotación en este cuaderno sin papel: qué rápido ha pasado el tiempo, y qué poco imaginaba yo lo que iba a ser esta tentativa de escritura, tan nueva para mí, aunque en el fondo tan parecida a algo que siempre me gustó mucho hacer, anotar las cosas según van sucediendo, sin propósito, por el simple gusto de escribir, de atrapar con palabras una parte del flujo rápido de la vida. Empecé con la sensación entre ilusionada y temerosa de lanzar un mensaje en una botella: al cabo de un año lo que fue tentativa se ha convertido en hábito y la experiencia solitaria es una gustosa conversación punteada de nombres que se han vuelto familiares y de presencias invisibles con las que a veces me encuentro en los sitios más inesperados. He vivido con la misma emoción de novedad que cuando publicaba mis primeros artículos en Granada, que cuando por fin supe que estaba escribiendo una novela en la que por primera vez no habría marcha atrás.

Aprovechando el aniversario, voy a tomarme un descanso de un mes. Tengo algunos borradores entre manos, algunas intuiciones que tal vez cobrarán forma, y que requieren dedicación y paciencia. Tengo lecturas y algunos planes de viaje veraniego. Y también tengo una invitación: en este tiempo, hasta principios de agosto, el anfitrión se ausenta de la casa pero la deja abierta, al cuidado de los huéspedes y del ilustre Gotardo. Os invito a escribir observaciones diarias, a dar pistas de lecturas, a apuntar citas, agregar canciones, continuar la conversación, tan sobre lo divino y lo humano como hasta ahora. Gotardo se encargará de organizar las entradas. Nunca pensé que pudiera salir tan bien este modesto experimento de democracia literaria.

Un abrazo agradecido a todos, a cada uno.