Escribir es un oficio altamente solitario, pero los 11.000 escritores de cine y televisión de Estados Unidos se unieron en la fraternidad combativa de una huelga que ha durado 147 días y que ha forzado a los directivos de los grandes estudios y las plataformas a aceptar un acuerdo, no solo sobre los salarios, sino también sobre la defensa de la propiedad intelectual frente a las estrategias depredadoras de las compañías de inteligencia artificial. Un escritor trabajando a solas no es nadie; 11.000 escritores organizados en un sindicato tienen la fuerza suficiente para paralizar una industria que depende en gran parte de ellos, pero en la que su trabajo es en gran medida invisible. Fue precisamente la visibilidad de los actores que se unieron a la huelga lo que favoreció la difusión de sus reivindicaciones y agrandó su efecto. Desde 1960 no había ocurrido nada semejante. A los actores conocidos y a los desconocidos y a los escritores se unieron los técnicos de todos esos oficios que hacen posibles las películas, cámaras, carpinteros, decoradores, iluminadores, especialistas de fotografía y de sonido, hasta un total de 170.000 personas, que todavía continúan en huelga, sufriendo heroicamente privaciones que se hacen más graves según pasan los días y solo tienen el alivio del socorro mutuo.
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