La libertad de quién

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Nunca en mi vida me he encontrado tantas veces la palabra LIBERTAD yendo por la calle. Está en letras enormes en el frontal y en los costados de autobuses, en tenderetes levantados por la calle, en carteles publicitarios colgados de las farolas. Conozco a personas que poseen el don de no ver la innumerable selva de imágenes y eslóganes publicitarios que lo rodean a uno desde que sale a la calle, lo asaltan y parecen buscarlo en la pantalla del ordenador y en la del teléfono, en los telones que ahora cubren fachadas enteras, en las pantallas led de los escaparates y las marquesinas. Yo no sé no fijarme en cada una de esas imágenes y no escuchar y leer el texto de cada uno de esos anuncios. Leí que Sócrates, asombrándose de la abundancia de cosas en un mercado de Atenas, decía: “Cuántas cosas hay que yo no necesito”. Las cosas en venta en un mercado de finales del siglo V antes de Cristo probablemente cabrían todas en un almacén mediano de un polígono de ahora. Aficionado incorregible a las palabras y a las imágenes, todas me llaman la atención y de un modo u otro todas me afectan, y lo mismo que me gustaría un retiro monacal de silencio agradecería otro de limpieza de imágenes, de muros lisos como de capilla luterana, de espacio no colonizado por los embustes lujosos de la publicidad, que nunca como ahora se han mezclado tanto con los de la propaganda.

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