Imaginemos una historia fantasma del arte en la que se cuenta y se hace visible no solo lo que fue olvidado, o desdeñado, o destruido, sino también lo que no fue pero podía fácilmente, casi inevitablemente haber sido: un catálogo conjetural de obras deslumbrantes que no llegaron a pintarse; un diccionario biográfico de pintores, pero sobre todo de pintoras, de los que apenas ha quedado rastro, no porque los borrara ninguna catástrofe, sino porque no se les hizo el menor caso, porque sus obras estaban a la vista y nadie prestaba atención, o estaban en los almacenes de los museos, esos reinos de sombra en los que se confina lo que se ha decidido no mostrar.
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