Busco en la estantería un libro de Louise Glück que me gusta mucho, Averno, y al abrirlo de nuevo, en una celebración privada de su premio Nobel, me viene el recuerdo de los primeros descubrimientos que hice en Estados Unidos, al irme allí por primera vez una temporada, un spring semester académico que no duraba seis meses y en el que lo más fugaz fue la primavera. Fueron grandes lecciones de invierno las que aprendí sobre todo, y luego la otra lección del verano adelantado del Sur, cuando el vigor de la vegetación y el calor húmedo de los días propiciaban una niebla de jungla.
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