Rabiosa actualidad

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Mi amigo Marc me dice que quizás éste sea un buen momento para solicitar la nacionalidad española aprovechando su origen sefardí. La familia de su madre se llamaba Pichón de apellido y venía del Imperio otomano. Aquí se llamaron Pitchon, por esos errores que cometían los funcionarios de aduanas en Ellis Island. La madre de mi amigo, que murió hace unos días, a los 99 años, había perdido el judeoespañol de su niñez, pero tenía un nombre de una belleza de romance: Luna Pitchon, Luna Pichón, Lunica o Lunika  en el diminutivo familiar.

Hemos quedado en una esquina portuaria de Chelsea -un poco más allá está el horizonte del río- para ver una exposición de Mark Rothko. Nos cuesta desprendernos del plomo de la pesadumbre para mirar esos cuadros tan hechos de delicadeza y hondura con la atención que merecen. Es un día de cielo bajo color ceniza y llovizna. Me vienen a la cabeza unas palabras de Lawrence Durrell que me aprendí cuando era muy joven y no paraba de leer El cuarteto de Alejandría: “He hablado de la inutilidad del arte pero no he dicho la verdad sobre los placeres que procura”. 

La sensación de inverosimilitud de lo real no se amortigua con las horas. Como hoy no hacía sol ha anochecido antes. Yendo en el metro, mirando a la gente por la calle, escuchando ráfagas de conversaciones, a uno le parece que está viviendo en un universo paralelo, un “Bizarro World” como el de los tebeos antiguos de Superman que nos gustaban tanto, con sus traducciones a un español misterioso: los malvados eran los pillos, los coches se llamaban autos y tenían  cajuela, las cosas se atoraban. Smalltown se llamaba, adorablemente, Villachica. La actualidad de este día se vuelve más comprensible, pro no menos aterradora, si uno la ve reflejada en un gran titular del Daily Planet, quizás encabezando un reportaje de la indomable Lois Lane:

¡LEX LUTHOR SE APODERA DEL MUNDO!

A mí Trump me recordaba al Lex Luthor admirable de Gene Hackman, con sus novias neumáticas y su peluquín escarolado.