Solo hay algo mejor que un parque público o que una biblioteca pública: una biblioteca pública que esté dentro de un parque. Ahora que me he mudado y tengo el Retiro a menos de quince minutos me paso allí una parte de la vida, más en estas mañanas fresquitas y en estos atardeceres que ya van oliendo a otoño. En el Retiro hay muchas estatuas que parecen monumentos al olvido más que a la gloria, estatuas tristes de prohombres de los que no se acuerda nadie. Hasta Galdós y Ramón y Cajal, dos de mis héroes civiles, parecen sumidos en la pesadumbre, abatidos por la dificultad y la ingratitud de las tareas a las que dedicaron sus vidas y el país en el que lo hicieron. Galdós parece que sabe que van a vender y a derribar en Santander la casa frente al mar que tanto amó y en la que tanto escribió; y Cajal tiene todo el abatimiento de sus miles de cartas malvendidas, robadas y perdidas, y sus fotos y dibujos tirados por ahí en cualquier almacén.
Uno de los secretos a voces del Retiro es su biblioteca pública. Se llama Eugenio Trías, lo que me parece un homenaje muy noble a este hombre que escribió sobre música con un conocimiento y una sensibilidad excepcionales. Está donde estuvo la Casa de Fieras, y aprovecha algunos espacios antiguos, pero es de una arquitectura sencilla y magnífica, moderna sin aspavientos, como de Dinamarca o de Holanda. Habituado a la biblioteca pública de mi barrio en Nueva York, ésta me parece escandinava. Hay butacas para leer frente a un muro de cristal que da a las copas de los castaños. Hojas de árboles y hojas de libros. Hay un público mixto de estudiantes y jubilados, con mucha presencia femenina de todas las edades. El personal es eficiente, informado y amable. No sin emoción me saqué el otro día en cinco minutos mi carnet de usuario. Hoy lo he usado por primera vez. Una cosa que me gusta de las bibliotecas públicas es ir curioseando al azar por las estanterías. Lo imprevisto casi siempre es mucho más valioso que lo previsto. He encontrado una edición bilíngüe de la poesía de René Char, traducida por Alicia Bleiberg. Con mi libro en la mochila me he vuelto tan contento a mi casa, por las veredas del Retiro, luego por las calles todavía no del todo exploradas de mi nuevo barrio.