Mi taxista

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Salí a la calle más pálido y algo afantasmado, después de una semana en casa, muy abrigado en el mediodía del domingo, tan luminoso y casi tan frío como de Nueva York. Paré un taxi y en el momento de subir a él reconocí al taxista antes de verle la cara. Lo conocí por la música que llevaba puesta. Pasé del frío de la calle a un interior caldeado de jazz. El conductor se volvió hacia mí con una gran sonrisa y me tendió la mano: “Otra vez nos vemos”. Es la tercera vez, en los últimos tres o cuatro años. La primera, nada más sentarme y decir a donde iba, ingresé de golpe en el Kind of Blue de Miles Davis. “Aquel día iba usted de romano”, me dice José Luis, que también tiene buena memoria, con su voz ronca y castiza. Quiere decir que aquella vez yo iba de traje oscuro y corbata porque tenía que asistir a un acto académico. Ir en taxi escuchando Kind of Blue en un equipo magnífico era bastante parecido a levitar. José Luis me contó que llevaba escuchando jazz desde los años 70, desde los tiempos del Whisky Jazz y el Balboa Jazz y los primeros festivales de Madrid.

Al cabo del tiempo, entré en un taxi y a quien se oía era a Sarah Vaughan. La voz de José Luis era tan característica y casi tan nocturna como la música que llevaba puesta, una voz de tabaco y de barra de bar, con resonancias pulmonares de concavidad de contrabajo. En el trayecto volvimos a hablar de discos y de conciertos. Me parecía extraordinario haber coincidido por segunda vez con aquel taxista melómano que se pasaba los días conduciendo por Madrid y escuchando jazz.

Pero más extraordinario fue encontrármelo de nuevo ayer. “Cuando se lo cuente a mi mujer no va a creérselo”, me dijo. Ayer iba escuchando el programa de Juan Claudio Cifuentes en Radio 3. Me contó que una vez había visto a Dexter Gordon, muy alto, como de alambre, ya muy enfermo. Terminaba un solo y se iba al bar a tomar algo mientras sus músicos seguían tocando. Me dio pena que el trayecto en taxi fuera tan corto. Ahora mismo me imagino a José Luis conduciendo, escuchando jazz por las calles nocturnas de Madrid, sumergido en su taxi y en su música como en un batiscafo.