Igual que en una sola célula está completo el equipaje genético de un organismo, en la primera página de cada día del periódico se puede descifrar sin dificultad la clave de lo que sucede en el mundo. Apple obtiene beneficios de miles de millones de dólares y no paga impuestos en ninguna parte, aprovechándose de un poderío superior al de cualquier estado. En Estados Unidos, con el pretexto conveniente de la seguridad nacional, el gobierno presiona a los jueces y consigue el permiso para espiar legalmente los correos electrónicos de periodistas que no han cometido ningún delito, salvo buscar información. Cada imbécil que en nombre de Allah comete una barbaridad incontrolable e impredecible sirve de coartada para que se exageren las potestades excepcionales de los gobiernos para socavar las libertades civiles. Con la aquiescencia risueña de todos nosotros, los directivos de unas cuantas empresas -Google, Apple, Yahoo, Amazon, Facebook, etc- acumulan riqueza y poder en una escala que no había existido jamás en la historia. Entre el despotismo de los unos y de los otros, el viejo sueño ilustrado de la soberanía personal en la comunidad democrática es cada vez más una caricatura. Y sin embargo hay que seguir defendiéndolo.
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