Hay un cambio sutil en la atmósfera y de pronto es verano. La sensación del verano en Nueva York es olfativa y táctil: el vapor de agua vuelve el aire tangible, le da una pátina de humedad al verde de la hierba y de las hojas de los árboles. Y hay un olor peculiar que es otro de los indicios del verano y que ayer no se percibía, una suma de olores que se hará más densa según pasen los días: olor a tierra mojada, olor a savia, olor dulzón a basura que empieza a descomponerse, olor a neumáticos recalentados. Dentro de poco, quizás mañana mismo, o la semana que viene, después de la gran divisoria de Memorial Day, hará ya un calor de jungla y de trópico, de manglar indonesio. de tormenta monzónica. Pero hoy, todavía, esta mañana, el verano es una bienvenida, un tacto sensual del aire en la piel cuando se sale a la calle y se dilatan las aletas de la nariz, una bruma ligera que se vuelve opaca en la lejanía recta de las avenidas.
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