Con algo de tristeza despedimos el taller de cuento leyendo uno que no está entre los más conocidos de Flannery O’Connor, pero que es uno de mis favoritos, por su poesía y su absurdo, Enoch y el gorila. Tiene una comicidad visual de cine mudo, y esa fascinación de O’Connor por los destinos irremediables de las personas y por la rareza que se insinúa en lo común. Sucede en una ciudad sin nombre, e incluye, entre otras cosas, un paraguas viejo y desbaratado con el puño en forma de cabeza de terrier, un hombre disfrazado de gorila, una huida por un bosque al anochecer.
Pero tan valiosos como los cuentos de Flannery O’Connor son sus ensayos, que están llenos de agudeza y de amor asombrado por la literatura y por los materiales de los que procede, la experiencia de cualquiera y de todos los días. Dice en uno de ellos: “Lo cierto es que los materiales del escritor de ficción son los más humildes. La ficción trata de todo lo humano, y los humanos estamos hechos de polvo, y si te parece desdeñable ensuciarte entonces no deberías intentar la escritura de ficción”.