Los caminos de la vocación pocas veces son rectos. Casi nunca se elige sin que intervenga de algún modo el instinto o el deseo de llevar la contraria. Paul Klee, hijo de padres músicos, estaba tan dotado para la música como para el dibujo, y desde niño tocaba con talento asombroso el violín. Eligió la pintura y no la música no porque le gustara más sino por hacer lo contrario de lo que exigían sus padres. Escribió en su diario, acordándose de la infancia: “Solo lo prohibido me causaba alegría. El dibujo y la literatura.” Yo creo que la felicidad infantil de haberse salido con la suya no lo abandonó nunca. Pero su manera de dibujar y de pintar, su sentido raro de la armonía, su humorismo, están hechos de música. Paul Klee es el Satie de la pintura.
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