Bulerías de Washington

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Cómo cantó Esperanza Fernández por bulerías, por alegrías, por malagueñas, en un auditorio muy serio, muy recogido, de la National Gallery de Washington. Ella sola, con poca amplificación, con un guitarrista: la sencillez despojada del flamenco, de la que aprendieron tantos de los grandes: Machado, Lorca, Falla. Se la veía un poco desconcertada ante un público tan formal, que escuchaba con reverencia silenciosa. Le dije a Joe Horowitz que era una pena que no pudiera entender las letras, captar esa sutileza, esa concisión incomparables. Le expliqué, para que se hiciera una idea: son como haikus, como estrofas de de William Carlos Williams, y además en una gran parte de los casos esa maestría es anónima. Vimos después El amor brujo de Saura: yo no me acordaba de todo lo buena que es esa película. Dice en voz baja Horowitz, en la butaca de al lado: “Esto es mejor que West Side Story.”  Casi el mejor momento de ese musical es uno en el que no se escucha ninguna música: bailan Antonio Gades y Cristina Hoyos, y lo único que los acompaña es el sonido de la ropa tendida en el viento, y el de sus propios pasos sobre el piso de tierra.

Ala este de la National Gallery
Ala este de la National Gallery