Ciencia de la gratitud

Publicado el

Un profesor de Psicología de la universidad de California, Robert A. Emmons, ha desarrollado una terapia basada en la gratitud. Hay que llevar un diario de agradecimientos, y anotar en él cada semana cinco motivos de gratitud que uno reconoce. Los resultados parecen ser asombrosos. Una técnica más refinada todavía, y al parecer más eficaz, es escribir una carta de agradecimiento muy detallada a alguien que lo merece y no enviarla por correo o por email, sino hacerle una visita y leérsela en persona. Quién no tiene si se para a pensarlo una lista de gratitudes mucho más larga que la de reproches, y mucho más útil para recordar.

Hemos celebrado esta noche la cena de Acción de Gracias, con nuestra sobrina Laura, que mañana se vuelve a España después de tres meses en la ciudad,  con nuestro amigo Pablo, científico argentino de origen italiano y austríaco que trabaja en Columbia investigando los mecanismos de almacenamiento de la memoria, con Jim White, que se ha presentado con varias botellas de vino y un gorro colorista y absurdo de pavo con las alas desplegadas y sombrero cónico de peregrino. Jim es de Florida y tiene su gran amor en Madrid. Nueva York es la ciudad de forasteros y de transeúntes que nos acogen por igual a todos. Hemos dado las gracias por los alimentos y por la amistad y yo me he acordado del mejor poema sobre la gratitud que conozco, el Poema de los dones de Borges.

POEMA DE LOS DONES

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

The First Thanksgiving at Plymouth (Jennie A. Brownscombe, 1914)
The First Thanksgiving at Plymouth (Jennie A. Brownscombe, 1914)