Haciendo su trabajo

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Es un cardiólogo de primera fila que ha trabajado con éxito en más de trescientos trasplantes y le gusta tener una plaza en este gran hospital público en el que después de veinte años de antigüedad gana poco más de dos mil euros al mes, en torno a los dos mil quinientos con una cosa que él llama “alertas”, y que me imagino que serán parecidas a las guardias. Me cuenta que en España la medicina pública es de primera calidad, sobre todo porque hay gente muy vocacional, que sabe mucho y disfruta mucho con su profesión, y así compensa las mezquindades materiales. Le pregunto cómo es tener un corazón en las manos: me dice que eso me lo contaría mejor un cirujano, porque son ellos los que se encargan de las operaciones. De lo que sí me habla con detalle es de la impresión de ver un pecho abierto de parte a parte del que se acaba de extraer un corazón y en el que se va a conectar otro. Un corazón no dura en buenas condiciones fuera de un cuerpo mucho más de cuatro horas, cinco como máximo. La ventaja de España es que las distancia son cortas y que es fácil llevar un corazón de una punta a otra del país en muy poco tiempo. Hay más problema con Canarias: “Llegamos, pero justo”. Es un hombre tranquilo, cordial, de poco más de cincuenta años, con cierto aire juvenil. Dice que si fuera multimillonario seguiría viniendo cada día a trabajar gratis, de tanto que le gusta lo que hace. Le sugiero que tenga cuidado, que en España es peligroso confesar abiertamente que disfrutas mucho con tu trabajo, porque siempre habrá quien te tome manía y quien busque el modo de hacerte trabajar gratis. Le gusta poner mucho cuidado en examinar a los pacientes y en redactar luego buenos informes. Es partidario decidido de la sanidad pública, pero le gustaría que los controles de calidad y de gasto fueran más estrictos, porque las cosas cuestan mucho, y no es lícito dilapidar lo que pertenece a todos, y no puede dar igual que uno se entregue en cuerpo y alma a lo que hace o cumpla rutinariamente con sus obligaciones. Que haya 17 sistemas de salud le parece un disparate: es una observación práctica, no un juicio político. Le pregunto por qué será que la sanidad en España es en gran parte un éxito, a diferencia de la educación o de la justicia, y vuelve a sonreir, con su bata verde y su fonendoscopio colgado de cualquier manera del cuello. “¿Te imaginas que un diagnóstico dependiera de si al médico lo ha nombrado para su cargo el PP o el PSOE? ¿O que a los médicos se nos tuviera la misma consideración social que a los profesores o los maestros?” Antes de despedirse de mí para salir corriendo hacia otra de sus obligaciones, navegando por los pasillos con su bata desplegada, me explica cuál es a su juicio el motivo simple de que en España funcione tan bien el sistema de transplantes: “Porque la gente es muy solidaria”. Y me parece que en este rato que he pasado en el hospital he estado en otro país, conversando en calma sobre cosas reales, observando a gente que sabe y ama lo que hace.