Ética estética

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El cómo dice lo que calla o lo que tergiversa el qué. El estilo es el hombre. La música dice lo que esconde la letra. La sintaxis desarreglada o grosera revela lo que quiere ocultar el discurso explícito. La turbiedad de la palabrería pedagógica alerta sobre su miseria intelectual y su propósito de ocultación y mentira. Lo que nosotros preferiríamos que no se supiera lo revelan contra nuestra voluntad nuestros gestos menores. A veces ha sido el instinto estético, no el ético, el que nos ha puesto en guardia contra una impostura que nuestra razón no sabía o no quería ver. El gesto cruento con que alguien mordía un cigarrillo nos avisaba de que en sus declaraciones de bondad había una trampa. Esa persona demasiado cordial que nos halagaba por teléfono dice de pronto adiós o un beso o hasta prontito y cuando lo dice notamos que hace ya unos segundos que ha desconectado de nosotros y anda en otra cosa, impaciente, como el que nos estrecha la mano en una recepción y mira de soslayo a ver si por saludarnos a nosotros se está perdiendo a alguien más importante.

Basta mirar la escenografía con la que decoran su declaración los terroristas para que se le revuelva a uno el estómago de asco. Las capuchas con los agujeros de los ojos, y sobre las capuchas las boinas. Las tres figuras encapuchadas, como un tribunal de inquisidores sin rostro, de verdugos del Ku Klux Klan. La solemnidad chapucera del paño sobre la mesa, las banderas, el emblema tan tosco de la serpiente y el hacha. No sé si un empresario de prostíbulos de carretera ofrecerá una estética más vil. Y la noble BBC aireando esa inmundicia, llamando a esas hienas “Armed Separatist Organization”, qué pulcro. Alguna vez he preguntado a periodistas británicos o americanos qué pensarían ellos si nosotros calificáramos a los terroristas de las Torres Gemelas como miembros de una  “Organización Religiosa Aerotransportada”. La BBC, en los asuntos de terrorismo vasco, siempre ha dado más crédito a los asesinos que a las víctimas, con esa asepsia anglosajona según la cual los españoles somos unos bárbaros de democracia dudosa, y los pistoleros luchadores idealistas en defensa de la patria oprimida. Me duele en el corazón porque la BBC tiene mucho de admirable. Con qué benevolencia aceptan y repiten los eufemismos criminales: al asesinato se le llama, en el lenguaje de los encapuchados, “acción armada ofensiva”. Volverán ahora las palabras, y será preciso no contaminarnos de nuevo con ellas: “lucha armada”, “conflicto”. Había una expresión particularmente repulsiva: “socialización del sufrimiento”. Ojalá el destino de esas tres caras ocultas bajo la capucha inquisitorial y la boina telúrica sea cuanto antes una foto policial de frente y de perfil.