Los libros de poesía me gusta abrirlos al azar, a ver lo que me encuentro, con la misma confianza en la casualidad que el aficionado al I Ching. Esta noche cálida de verano abro una antología -o antolojía- de Juan Ramón Jiménez y encuentro estos versos:
No dejes ir un día
No dejes ir un día,
sin cojerle un secreto, grande o breve.
Sea tu vida alerta
descubrimiento cotidiano.
Por cada miga de pan duro
que te dé Dios, tú dale
el diamante más fresco de tu alma.