Max Aub, volviendo

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Al final me dio tiempo a ver la exposición sobre Max Aub en Madrid, en la sede del Cervantes. Cierra estos días y la llevan a Valencia, y de ahí a otras sedes del Instituto por Europa. Es una exposición como las que monta en Nueva York la Morgan Library: recogida de escala, con testimonios escritos muy valiosos, con algo de álbum familiar y archivo íntimo de una vida, cartas, agendas, borradores manuscritos, primeras ediciones. Hay fotos de la infancia en París, cuando el niño Aub, judío entre francés y alemán, no sabía que iba a acabar siendo español. Las guerras las organizan los grandes patriotas aliados con los fabricantes y los traficantes de armas. Siempre que los patriotas andan sueltos provocan grandes cantidades de muertos y de apátridas. Los padres de Aub, él alemán, ella francesa, se encontraron perteneciendo a dos países enemigos en 1914, así que no tuvieron otra manera de seguir juntos que escaparse a otro país, a España, y a Valencia.

Luego otros patriotas forzaron a Max Aub al exilio. Al terminar la guerra española escapó a Francia, porque era en parte francés, pero tampoco tuvo sitio allí, porque era español republicano y además judío. Además era socialista, pero socialista de la rama equivocada, así que en el exilio mexicano también lo expulsaron de su partido, junto a Juan Negrín y otros. Nada como perder una guerra para seguir alimentando las hostilidades intestinas que tanto hicieron para favorecer la derrota.

A Juan Negrín y a Max Aub les devolvieron el carnet del partido hace tres o cuatro años. Un poco tarde, ya que el uno llevaba muerto desde 1956, y el otro desde 1972. Pero está visto que hay personas a las que no se las deja volver. Una sala de teatro del centro cultural El Matadero de Madrid llevaba el nombre de Max Aub, pero a los aprendices de comisarios políticos de turno les pareció que Aub era indigno de ella, aunque fuera uno de los grandes escritores teatrales en español del sigloXX y hubiera hecho tanto en los años de la República y la guerra por la renovación del teatro en España. Nada combina mejor con el sectarismo que la ignorancia. Cuanto más ignorantes, más puros, más feroces. Le devolvieron malamente a Aub la sala que acababan de quitarle. Y esta bella exposición por fin le hace algo de justicia, al mostrar el itinerario de su vida y el abanico de sus variados talentos. Aub era un hombre de espíritu libre, de conciencia libre, de imaginación libre, de convicciones democráticas y socialistas, un ciudadano español por propia voluntad, un mexicano agradecido al país que lo acogió, un exiliado que nunca pudo recuperar la vida que le había sido arrebatada. La editorial Cuadernos de Vigía, de Granada, está empezando a publicar una magnífica reedición de los volúmenes de su gran ciclo narrativo sobre la guerra, “El laberinto mágico”.