Homenaje y tristeza

Publicado el

En esta desolación de sectarismo estéril y palabrería y demagogia e impotencia política refiero acordarme de Nikolaus Harnoncourt, que acaba de morir en paz a los ochenta y seis años, y que dedicó su vida entera a mejorar el mundo haciendo aquello que sabía, música incomparable, que dirigida por él parecía recién estrenada, como recién amanecida al mundo. Hablando hoy con Miguel sobre música le digo: “Yo creo que Dios es un invento de Bach. Si no, de qué”. Así que también es en parte un invento de Harnoncourt. Cada año, en Semana Santa, desde hace no sé cuántos, dedico un día a escuchar su Pasión según San Mateo, con el Concentus Musicus de Viena y el coro Arnold Schoenberg, con solistas maravillosos que incluyen a Bernarda Fink y a Matthias Goerne. No sé si hay una música que me estremezca y me limpie por dentro más que ésta.

Hay que protegerse de tanto odio y tanto veneno, tanto sarcasmo, tanta impaciencia cruda de poder mal disfrazada de afán justiciero, tanto deseo de hacer y decir no aquello que puede fomentar acuerdos o soluciones, sino lo que pueda herir más a otros y crear más discordia.