El Biodomo del Parque de las Ciencias de Granada se parece a una de esas cápsulas de la ciencia ficción en las que habitan los supervivientes de un mundo devastado. También se parece a un arca de Noé futurista, un compendio apretado de los seres vivos, desde los que pueblan el fondo del mar hasta los que saltan por las ramas más altas de los árboles de la Amazonia o de Borneo. El Parque de las Ciencias lo fundó en 1995 uno de esos hombres que detrás de un aire calmado e incluso tímido esconden una determinación infatigable, Ernesto Páramo, que se jubiló como director hace unos meses. Ernesto Páramo es uno de esos agitadores ilustrados que han sostenido entre nosotros el impulso casi perdido de la Institución Libre de Enseñanza, dotados de la convicción inquebrantable de que el conocimiento racional hace mejores a los seres humanos, y de que el saber y la belleza pueden transmitirse a la inmensa mayoría, y despertar en cada uno lo más valioso y singular de sí mismo.
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