Me acuerdo siempre de aquel colega que me dijo, cuando yo estaba recomendándole la segunda serie de los Episodios de Galdós, que explica tan bien, con una claridad tan escalofriante, los orígenes del guerracivilismo español:
-A mí es que Galdós no me interesa nada.
Lo dijo como si esa observación se le acabara de ocurrir a él; lo dijo esforzándose en acentuar las notas graves de su voz, para resaltar el peso intelectual de lo que decía.
-A mí Galdós no me interesa nada. Por supuesto no lo he leído.
Si no lo había leído, ¿cómo estaba tan seguro de la legitimidad de su desprecio? Lo pienso mucho últimamente, por razones obvias. Aprendiz siempre de mi querido Montaigne, creo que quien le lleva a uno la contraria ha de despertar su curiosidad, y no su cólera. Pero mi sigue asombrando esta reacción tan española:
“Estoy tan en desacuerdo con lo que dice ese libro que no pienso leerlo”.
