Desde hace veinte años, desde que llegué a Virginia en un invierno casi igual de transparente y helado que éste, creo que no me he perdido ni una semana mi ejemplar de The New Yorker. Es un regalo para la mirada igual que para la afición lectora. Ni el diseño del nombre ni el tipo de letra han cambiado desde 1925: asombrosamente, llevan noventa y tantos años siendo invariablemente modernos. Cada portada del New Yorker es una meditada obra de arte, casi siempre pegada a lo que está ocurriendo. Javier Mariscal y Javier de Juan han hecho unas cuantas. Sempé es un invitado frecuente. Recuerdo la que siguió al 11 de septiembre de 2001, en dos grados de negro, el negro del luto y el del perfil de las torres gemelas. La había diseñado el gran Art Spiegelman, el autor de Maus, quizás una de las mejores novelas gráficas que se han hecho nunca. En The New Yorker se han publicado originalmente los cuentos de John Cheever, de Salinger, de Alice Munro; se publicaron por capítulos semanales las memorias de Nabokov y su extraordinaria Pnin, tan cómica y tan triste, y por supuesto A sangre fría, y el Hiroshima de John Hersch, y El secreto de Joe Gould, de Joseph Mitchell. En el número de esta semana hay un reportaje prodigioso de John Lee Anderson sobre Caracas en los tiempos de Chávez, Slumlord. Periodismo riguroso que es excelente literatura: que permite una inmersión prolongada como la de un libro. Es legendario el departamento de fact checking, de comprobación exhaustiva de todos los datos que aparecen en un texto. A mí me ha influido mucho ese amor artesanal por la precisión.
Quién pudiera tener una revista así en español. Pero el motivo de que hoy escriba sobre ella es uno de esos dibujos en las páginas interiores que unas veces son chistes y otras veces parecen haikus ilustrados. Se ve un cuarto de estar, una pareja en un sofá, un niño como de dos o tres años arrodillado junto a una ventana, con cara de contrariedad o de pena, apoyando en el cristal la palma de la mano. Y uno de los adultos le dice al otro:
-Cree que es una pantalla táctil.