Cerca del Panteón, en una de ellas calles estrechas en las que hay que adherirse a la pared como a un burladero cuando embisten las motos y los coches romanos, una tienda muy bien surtida de todo tipo de vestuario y objetos eclesiásticos. En el escaparate, maniquíes en actitud de bendecir con ropas de cardenales o de obispos, con mitras y solideos, con zapatillas rojas de confort vaticano. Cálices dorados de diversos tamaños, sagrarios, atriles para lecturas litúrgicas. Hasta aquí el territorio Fellini. Pero si la curiosidad lo lleva a uno a otro escaparate interior más discreto se encuentra sin remedio en el mundo de Buñuel: un surtido casto, pero muy variado, de ropa interior para eclesiásticos de ambos sexos.
