En un oficio como el de escribir donde no hay nunca ninguna certidumbre, donde uno puede estar seguro y equivocarse y tener dudas y haber acertado, donde hay siempre tanta distancia entre lo que se desea y se imagina y lo que se logra, esto es lo más importante: que haya alguien, una sola persona, que mire con afecto y con agudeza crítica lo que acabas de terminar y te diga que vale la pena y que puedes mostrarlo, tal como está.
Lo cual me hace acordarme de un verso en un poema de T.S. Eliot dedicado a su esposa: ‘With private words I address you in public’ – ‘con palabras privadas me dirijo a ti en público’.