En Colonia sale uno aturdido del tren y camina hacia el vestíbulo y de pronto ve detrás de una cristalera la mole maciza de la catedral, que está ahí mismo, nada más salir a la calle tirando de la maleta. La catedral de Colonia es el Machu Pichu y el Aconcagua de las catedrales góticas. Uno mira hacia lo alto y le sorprende que no haya nieves perpetuas en las cresterías más altas. Al final de la guerra la catedral era el único edifico alto que perduraba entre un océano de ruinas. En su interior alucinante un folleto regalado por el cabildo catedralicio asegura que se encuentran las tumbas de los tres Reyes Magos.
Estoy teniendo mucha suerte con los edificios en los que doy lecturas durante este viaje. El de Colonia se llama Die Brücke y es una maravilla de sencillez y racionalidad de los primeros años cincuenta. Estoy teniendo suerte con los edificios y con el público que acude tan fielmente a cada lectura, que hace cola con este libro último y trayendo a veces ejemplares de los primeros que publiqué en Alemania, hace ya más de 20 años, esos ejemplares muy usados que guardan los buenos lectores, y en los que gusta tanto estampar una dedicatoria, una fecha, una firma. Entre la gente que se acerca una cara sonriente se identifica: “Hola, soy Christina Schaaf”.
En Colonia se juega hoy un partido de fútbol de máxima rivalidad. Los hinchas beben cerveza en la calle desde muy temprano y dejan la plaza y la escalinata de la catedral convertidas en un gran muladar.
Un puente con arcos y tirantes de hierro y pilares muy anchos atraviesa el Rin. En sus orillas hay terrazas y merenderos a la sombra de los árboles, tilos, robles enormes, plátanos. Para un aficionado a los puentes y a los ríos es una gran fiesta visual.