Broadway abajo

Publicado el

Me di una vuelta por el barrio, en la triste noche electoral, acordándome de otra noche de hace dos años justos, la de la victoria de Obama. Aquí las elecciones casi no se notan en las calles: no hay vallas publicitarias con las caras de los candidatos, ni hojas de propaganda por los suelos. Tampoco gentíos victoriosos, ni coches haciendo sonar los cláxones. Hace dos años la fiesta estaba en Times Square y en alguna zona de Harlem, pero yo anduve bastante rato hacia el metro después de media noche y no encontré muchos signos de alegría. Quizás todo se disuelve en una ciudad tan grande. Tomé el metro hacia casa y vi las caras habituales de fatiga y ausencia después de jornadas demasiado largas de trabajo. En algunas paradas se subían al tren personas con banderolas y chapas con la foto o el nombre de Obama, pero nadie levantaba la voz.

Anoche salí a Broadway y todo era igual que cualquier noche a esa hora. La luz escasa, porque las calles en Nueva York están menos iluminadas de noche que en España, las papeleras rebosando basura de comida acumulada durante todo el día, el neón del KFC de la esquina, donde cenaba a deshoras mirando por la ventana, sin quitarse el anorak, una mujer de pelo blanco sucio. Delante de la tienda coreana de la esquina siguiente se abrigaba contra el frío el emigrante mexicano que pasaría la noche vigilando el puesto de flores y fruta. Un empleado de alguna oficina que se habría quedado hasta muy tarde en el trabajo salía de la estación de la calle 103 bostezando mientras se aflojaba la corbata. Un negro muy grande que anda siempre pidiendo limosna por esa zona estaba apoyado contra el escaparate de una tienda clausurada hace años, la cara oculta bajo la capucha, murmurando algo. El viento frío arrastraba hojas secas y vasos de plástico. En las ventanas de los edificios de apartamentos parpadeaban claridades de televisores. De la taberna irlandesa que tiene siempre en la puerta un retén de golfantes que han salido a fumar venía un clamor de voces, pero lo que había en el televisor era un partido de algo, no un informativo electoral.Un poco más abajo otro indigente negro me pidió una moneda o algo de comer. A quarter, Sir? Something to eat? De vez en cuando pasaba pedaleando en una bicicleta uno de esos diminutos centroamericanos que hasta en las noches más heladas reparten comida a domicilio, la gorra calada, la bolsa de plástico colgando del manillar.

Volví a casa, pasando de golpe del frío a la calefacción excesiva. En la televisión resplandecían las caras de los republicanos triunfales, las de los locutores belicosos de Fox News. Me imaginé los titulares de los periódicos de derechas españoles a la mañana siguiente, hoy, lo que se escucharía en las tertulias broncas de la primera hora.