Horas de Berlín

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Desde la ventana en el sexto piso del hotel se ve un panorama de ángulos inusuales y líneas quebradas como de pintura o de película expresionista alemana. La mirada es un ejercicio cultural. Todo es más expresionista y alemán todavía porque está anoche­ciendo. En la atmósfera lluviosa y de niebla acaban de encenderse los letreros de los anuncios. Se ven como largas cintas luminosas los trenes que llegan a la estación de la Friedrichstrasse o salen de ella, por un puente elevado de ferrocarril que complica aún más las perspectivas: los trenes arriba, y debajo de ellos, al nivel de la calle y en otra dirección, los tranvías también iluminados que emergen del ancho puente de hierro, oscurecido como por el humo de locomotoras de hace más de un siglo.

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