No hay fines nobles que en virtud de su nobleza justifiquen el uso de medios inmundos. Los medios son los fines. Los llamados fines son el medio y la excusa para imponer una dominación. Procuro no hacer el menor caso de los fines o los ideales explícitos que asegura tener la gente. No hay ninguna dificultad en inventar un ideal luminoso. No cuesta ningún dinero, y casi ningún esfuerzo, salvo el de la simple enunciación, y quizás algún gasto en propaganda. Hasta la obtusa sed de sangre de los pistoleros etarras podía envolverse en el ideal arcádico de una comunidad liberada, noble, feliz. El crimen y el terror no eran el medio necesario o disculpable para alcanzar ese fin. Eran el fin en sí mismo, por otra parte muy conocido y muy experimentado en muchos sitios del mundo: la dominación de las personas y de las conciencias a través del miedo. No es verdad que distintos ideales, a veces muy alejados entre sí, puedan compartir a veces medios semejantes. La identidad de los medios revela que los fines son exactamente los mismos.
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