En cualquier parte

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En cuanto vi las primeras imágenes en el telediario y luego en el periódico reconocí el lugar. Por ese tramo de carril bici en Nueva York donde un demente o un fanático o las dos cosas a la vez atropelló a 20 personas con una furgoneta y mató a 8 de ellas yo he pasado muchas veces a lo largo de los últimos años. La última fue hace solo unos meses, a finales de julio. Me estaba despidiendo de mi vida en la ciudad y una de las maneras de hacerlo era repetir itinerarios de caminatas o de paseos en bicicleta que ya se han quedado impresos para siempre en mi memoria. Hay mucho cine y mucha literatura idiota dedicados a celebrar la inteligencia de los asesinos, pero matar es extraordinariamente fácil. Matar a gente común en una ciudad muy viva y muy vivida no tiene ningún mérito. El carril bici de la orilla del Hudson, o la bicisenda, como dicen con más belleza en América Latina, transcurre en gran parte a lo largo de la West Side Highway, así que basta un volantazo para que lo invada un coche lanzado a una velocidad de autopista. Por el carril circulan muchas bicicletas, pero también caminantes, y corredores, y gente montada en todo tipo de artefactos a pedales, y personas errantes que han perdido su casa y van como almas en pena arrastrando grandes maletas atadas con cuerdas y carritos de supermercado atestados de bolsas. La autopista viene de la parte alta del Estado y no cesa nunca en su río de tráfico. Al otro lado del sendero el río transcurre paralelo a ella, el río inmenso que aquí forma ya el estuario de la desembocadura y parece que invierte su curso cuando sube la marea.

[…]

Seguir leyendo en EL PAIS (10/11/2017)