El testigo improbable

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Nada auguraba que Friedrich Reck pudiera convertirse en un héroe de la resistencia contra el nazismo; ni siquiera en una víctima. Era un escritor de novelas de entretenimiento de mucho éxito que se hacían más populares aún cuando las adaptaban al cine. Tenía fama entre sus conocidos de vividor, de buen conversador, incluso de fabulista. Su figura, en público y también en privado, era en gran parte una invención. Vivía en un antiguo convento gótico, en una finca en el campo cerca de Múnich, y adoptaba maneras de hacendado rural, como de aristócrata o de oficial retirado de caballería. Se preciaba de sus conexiones con la casa real de Baviera, depuesta en 1919. En realidad la finca y el monasterio los había comprado con los derechos de autor de sus novelas, y solo había pasado muy brevemente por el ejército en su juventud. Pero era verdad que amaba la belleza del campo, la majestad sombría de los bosques, la limpidez de los ríos, y también los objetos de arte y los manuscritos y ediciones valiosas que atesoraba en su biblioteca como si fueran la herencia de antepasados ilustres que en realidad no habían existido.

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