Contemplación de las imágenes

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Estaba en Berlín en un viaje atareado y muy corto y me encontré a media tarde con dos horas libres. Me dio la tentación de ir a ver el Triunfo del amor, de Caravaggio, que está en un museo de la ciudad, la Gemäldegalerie. Tomé un taxi y procuré no impacientarme midiendo los minutos rápidos que íbamos perdiendo en el tráfico. Acercarse por primera vez a un cuadro que uno ha estudiado mucho pero no ha visto nunca es una emoción llena de intriga. La proximidad y la búsqueda ya forman parte del hallazgo, le agregan la tensión de lo muy esperado, de lo aplazado. Mi primera sorpresa fue la quietud que reinaba en el museo. Los visitantes eran numerosos, pero no demasiados. En el vestíbulo no había ese alboroto entre de cafetería y centro comercial que lo asalta a uno nada más entrar a un museo americano. Al fondo de algunas salas había ventanales que daban a un jardín boscoso.

[…]

Seguir leyendo en EL PAÍS (14/05/2016)