La máscara voluble

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Nunca se acaba de contar una vida. En los últimos años Paul Preston lleva publicadas tres ediciones de su biografía de Santiago Carrillo, y en cada una de ellas hay materiales nuevos que perfilan mejor al personaje y al mismo tiempo agrandan su misterio, el enigma de una vida volcada en gran parte a la simulación, a la interpretación de papeles, a la simulación de identidades. Los títulos distintos que tiene el libro en español y en inglés ya son un síntoma de esa dificultad: en español se titula El zorro rojo; en inglés, The Last Stalinist. El título de un libro es como la clave en una composición musical: determina su tono dominante. En la portada en español parece que se alude sobre todo a las cualidades de astucia que solían celebrarse en Santiago Carrillo, su destreza y su flexibilidad de gran político que supo mantener durante muchos años su protagonismo y maniobrar acertadamente en los tiempos confusos del tránsito a la democracia. La portada de la edición inglesa pone por delante la parte sombría y hasta sanguinaria de la historia: Carrillo como un dirigente comunista de los tiempos de Stalin, entrenado desde muy joven en los métodos y las lealtades de la NKVD, conspirador desde dentro en el cisma del Partido Socialista en vísperas de la guerra civil, detentador de responsabilidades escalofriantes, trepador en el aparato del Partido Comunista en Moscú y en París, delator de disidentes convertidos en traidores, inventor de fantásticos movimientos de masas que estaban siempre a punto de derribar al franquismo y que solo existían en su imaginación; y también, apurando la negrura, ejecutor a distancia de camaradas sospechosos o díscolos o simplemente que le hacían sombra en sus ambiciones.

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Seguir leyendo en EL PAÍS (04/06/2015)