La librería de la esquina

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Decía González Ruano en un artículo de los primeros años sesenta que los cafés de las esquinas de Madrid iban muriéndose uno por uno “de cornadas de bancos”. Cuando llegué a Nueva York me sorprendió que hubiera muchas menos oficinas bancarias que en cualquier ciudad española. Poco a poco han ido creciendo en los últimos años, ocupando esquinas donde antes había tiendas coreanas, cafés, restaurantes baratos, ferreterías. Una gran parte de Manhattan se está convirtiendo en un baldíos corporativo, un paisaje en serie en el que se repiten una y otra vez hasta la saturación las mismas franquicias: Starbucks, Chase, las droguerías Duane Reade, Bank of America, Citi, ahora, de repente, muchos letreros rojos del Santander. Negocios prósperos y arraigados no pueden costear los alquileres crecientes y cierran a veces en pleno éxito. A continuación viene otro banco, otro Duane Reade, otro Starbucks.

En una de las esquinas mejores de mi barrio, en el lado oeste de la 107 y Broadway, había una floristería que le alegraba a uno la vista hasta en los días más grises y hostiles del invierno. Me dio un golpe de tristeza cuando vi el cartel que anunciaba el cierre. Al menos no se iban por haberse arruinado: abrían en un local más amplio, un poco más abajo.

Y entonces ocurrió lo inusitado: lo que hay ahora en la esquina de la 107 y Broadway es una librería infantil y juvenil extraordinaria, que hasta hace poco estaba algo más arriba, Bank Street Bookstore. Un milagro, en esta ciudad de librerías cerradas. Cruzo Broadway camino del supermercado, Garden of Eden, que está en la esquina siguiente, y se me sobresalta el corazón de alegría al ver los escaparates iluminados de la Bank Street Bookstore, donde hay ahora, porque febrero es Black History Month, una selección muy bien escogida de novelas gráficas e historias ilustradas para niños sobre el movimiento de los derechos civiles. La vida de una ciudad está en las esquinas. Cruzando en línea recta desde la librería llego a la tienda de vinos. El vino y los libros, y algún sorbo de whisky de malta de vez en cuando, ayudan a sobrellevar este invierno.